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EL CLUB DE LOS CORAZONES ATOMICOS


Sobre el buró de la habitación hay un envase hermético; Alex lo toma después de vestirse, lo coloca sobre el tocador, se peina y anuda su corbata; por último mira el envase, da un suspiro de cansancio antes de abrirlo. En el líquido aséptico flota un globo ocular, que en lugar de nervio óptico tiene un enchufe de interfase. Alex presiona la cuenca de su ojo izquierdo en tres puntos específicos durante quince segundos; se activa el mecanismo que expulsa el ojo, lo sostiene en su mano izquierda mientras que mete los dedos de la mano derecha enguantada dentro del frasco y extrae el reemplazo; lo coloca en su lugar dentro de la cavidad ocular. Parpadea mientras se acostumbra a la prótesis. Con una toalla desechable seca su rostro; voltea a verse al espejo, el enfoque es perfecto. El ojo anterior lo tira al bote de basura; toma su saco y sale de la habitación.
Su doctor fue quien promovió su membresía entre los socios; le dijo a Alex que debería conocer más gente como él; es por eso que ahora se dirige a la reunión anual de la asociación. Al llegar empieza a pensar que fue un error haber aceptado la invitación.
Es uno de los salones más elegantes de la ciudad, con un amplio vestíbulo donde los socios se reúnen y platican animadamente en grupos pequeños, una pista de baile iluminada con elaborados candelabros que flotan en el aire. Una orquesta toca música suave, melodías que Alex no recuerda haber escuchado en varios años. En el fondo del salón hay una mesa en la cual esta servido un fastuoso banquete, pero nadie se acerca a servirse. Aún hay muchas mesas desocupadas; Alex concluye que aún es muy temprano y la mayoría de los socios aún no llega a la reunión. Camina desorientado por el salón buscando algún rostro conocido y amigable, solo encuentra personas mucho mayores que él. Reconoce algunos actores semi-retirados, políticos de los cuales escucho hablar a través de su madre y su padre: Gente poderosa, como tiene que serla para mantenerse un año entero y asistir a la siguiente reunión de la asociación.
Una señora se le acerca, de rasgos finos y una enorme sonrisa con dientes aperlados perfectamente alineados; imposible determinar su edad.
- Oh, que jovencito estas; ¿que fue lo que te paso?. - Le dice la señora tomándolo amistosamente del brazo.
- Un accidente deportivo. - Responde Alex.
- Pobrecito, ¿ que edad tienes ?
- Veinte años.
- Debes ser el miembro más joven; si no me equivoco, Tadeo Díaz tenía diecisiete en su primera reunión, pero eso fue hace cuatro o cinco años. Voy a preguntarle al presidente del club. A propósito mi nombre es Estela.
- Mucho gusto, yo soy Alejandro...
Alguien desde el otro lado del salón saluda a Estela; ella levanta el brazo para responder el saludo. Después de disculparse la mujer lo deja; Alex la ve después dirigirse hacía la mesa del presidente del club, no sin antes detenerse varias veces para saludar.
Alex sigue caminando.
En el vestíbulo hay un cuadro que nadie se detiene a contemplar; Alex se para frente a él y lo observa; es sumamente abstracto, lo único claramente reconocible es la silueta de un hombre con los brazos extendidos.
- Es mi pintura. Dice una voz a su lado. Alex voltea y ve a un anciano que sostiene una copa de vino con una mano de plástico. No deja de advertir el tono imperativo con el que pronuncio “mi pintura”
- Representa al hombre nuevo, surgiendo de los restos de su etapa anterior, resplandeciendo, y girando a su rededor esta la ciencia y la tecnología, el poder y la sabiduría que abren las puertas de una nueva era.
El viejo dijo esas palabras tal como un discurso muchas veces repetido.
- Que interesante. Dice Alex por cortesía.
- Originalmente fue el emblema del club, por muchos años; pero los socios empezaron a decir que era obsoleto y anticuado; Joder, por un tiempo fue la obra más admirada, se dijo que era la máxima expresión de la corriente Neo-Cosmisista. Pero esta gente se ha atrevido a pedir que la retiren de aquí, ¿que saben ellos de arte?, y lo habrían hecho si yo no me hubiera opuesto;- el anciano da un largo trago a su bebida; - ahora solo esperan que muera para enterrarla junto a mi ataúd, pero no les daré el gusto; Justo ahora me acaban de injertar un riñón artificial, así que tengo varios años por delante.
Alex vuelve a mirar el cuadro sin saber a ciencia cierta que le despierta. Sin reflexionar demasiado dice:
- ¿Y si la quitaran algún día?
El pintor voltea a ver a Alex de una manera extraña; por un momento Alex piensa que el anciano va escupir el vino que aún tiene en la boca. De inmediato se da cuenta de su error, se imagina que el hombre debe estar pensando en lo joven que él es, y en lo difícil que será proteger su obra de lo que algún día pueda hacer.
-El día en que ese cuadro lo bajen, me arranco esto. De algún lado el pintor a tomado un tenedor con el que muestra ilustrativamente a Alex como ensartaría el riñón nuevo desde su costado izquierdo.
- No quise decir eso, lo siento. Consternado Alex se aleja del vestíbulo, en donde se queda el pintor con su cuadro.
En el salón vuelve a encontrarse con Estela, como una abeja reina rodeada de zánganos, hombres de todas las formas y tamaños que ríen junto a ella, quizás atraídos por su amenidad, tan escasa alrededor.
- Alex, acércate. Dice con su encantadora sonrisa. El sequito se abre para dejarlo pasar. – Tadeo Díaz aún es mas joven que tu, ya lo averigüe con el presidente de la asociación, estoy segura que serán amigos cuando se conozcan, pero lamentablemente no pudo venir a la reunión: están por volver a operarlo.
Después de decir esto, el cerco alrededor de ella fue cerrándose hasta dejarlo fuera, lejos de la única gente agradable que había encontrado.
Cansado de dar vueltas al salón, Alex fue a sentarse en una mesa vacía. No lograba encontrar alguien con quien conversar, lo único que escuchaba en las pláticas era sobre las nuevas interfases orgánicas, sobre redes neurales, sobre medicamentos contra el rechazo de órganos y cosas por el estilo.
- Hola, ¿estas aburrido?.
Una rubia se sienta junto a él; treintañera, para Alex es como una bocanada de aire fresco.
- Solo hasta que llegaste, soy Alex.
- Jade, ¿eres socio o acompañas a alguien?
- Mi doctor me hizo socio, ¿ y tú ?
- Ambas cosas.
Alex se da cuenta que desde una mesa cercana un hombre maduro los observa.
- Ese de allá es mi padre; él fue quien me hizo socio a mi.
Alex no deja de percibir un tono despectivo.
- Bueno, supongo que como eres socio entonces tendrás..., quiero decir, ¿ que te paso ?
- Me tome un vaso de ácido muriático. Responde Jade con una frialdad que estremece a Alex.
- Tengo un tubo digestivo artificial y un montón de monadas parecidas por todo el cuerpo. Cuando desperté esperaba estar en alguna otra parte, no sé, si fuera creyente no lo habría hecho, pero tu sabes, siempre existe la esperanza de algo así como el cielo. Por un momento creí que tal vez lo habría logrado. Pero entonces él entra en la habitación y me entero que estoy en un hospital y que pago toda una fortuna para que me salvaran.
El padre de Jade se levanta y se acerca a la mesa.
- El es Alex, papá, es su primera reunión. - Jade ni siquiera voltea a verlo; Alex se levanta y saluda.
- Mucho gusto señor.
- Bienvenido joven, puedes llamarme Avalón. - El hombre mira con suspicacia a su hija y murmura a manera de que Alex también lo oiga.
- Te estaré mirando.
- Siempre lo haces.- Responde ella en el mismo tono.
- ¿ Como supiste que es mi primera reunión ?
- Nunca nos las perdemos, y las caras nuevas por aquí son siempre una novedad; vamos, te voy a presentar con esta gente anticuada.

- Un miembro nuevo; deberíamos hacerte la iniciación. Exclama Jonathan después de ser presentado con Alex.
- No hay ninguna iniciación, no seas tonto. - Replica Jade con sarcasmo.
- Otra buena broma que estropeas.
- Jonathan es coleccionista de música.
- Es mi pequeña debilidad.
Vistiendo un traje sport pasado de moda y con una actitud desenfadada, Jonathan es un hombre que parece haber recuperado su juventud después de los cincuenta y así se ha mantenido por largo tiempo.
- ¿ Y cual es tu música favorita ?. - Pregunta Alex.
- Tengo muchos favoritos, pero me gusta en especial la de los setenta del siglo veinte, Diana Ross, los hermanos Gibb; tu sabes, esa música rítmica para bailar. -Improvisa algunos pasos de Fiebre de Sábado en la Noche.
- Sí, se a cual te refieres.
- No creerías todo lo que tengo en mi casa: cintas de carrete abierto, discos de vinil, cassetes de ocho tracks. Un día deberías ir, nos juntamos algunos amigos y escuchamos grabaciones toda la noche, vieras que buen ambiente se hace.
- Deberías escucharlos cantar. - Agrega Jade en tono burlón.
- No hagas caso de tu amiga amargada, mi lema es "relájate amigo".
El padre de Jade les interrumpe.
- Buenas noches, es tiempo de que nos vayamos; Joven fue un gusto conocerlo; Jonathan, nos veremos pronto.
- ¿Porque se van tan temprano Avalón?, disfruten de la fiesta, la noche es larga.
- Mañana tenemos que trabajar; Jade vámonos.
- Fue un gusto verlos.- Se despide Jade en un tono glacial.
- Oye, me gustaría volverte a ver.
- No te preocupes, yo te buscare; chao.

Sintiéndose abandonado, Alex se queda junto a Jonathan.
- ¿Que piensas de esos dos? - Pregunta Alex.
- ¿Jade y Avalón?, es mejor no meterse en su guerra privada, o podrías salir herido.
- ¿Ambos se odian tanto?
- Tanto que no podrían vivir uno sin el otro.
La fiesta transcurre alrededor sin que ninguno pronuncie palabra por un buen rato.
- ¿Que opinas del suicidio? - Dice Alex midiendo sus palabras.
- Que es algo en lo que un joven como tú no debería pensar.
- Pero aquí todo el mundo habla de eso, Jade lo intento; las gentes de por allá no dejan de hablar de formas de morirse; recién me operaron pensaba en eso muchas veces, y digo, si uno deja de tener ganas de vivir ¿que caso tiene que te llenen el cuerpo con aparatos?.
- Todavía no nos conoces bien Alex; la gente que nos reunimos aquí hemos vivido mucho tiempo, quizás más de lo que alguien debería vivir; aunque no lo creas la inmortalidad es un asunto que asusta más que la muerte misma. Mira por ti mismo, ¿cuanta gente hay en el salón?, ¿porque no se llena?, hay tanta gente con implantes que podríamos llenar un estadio, y cada una de ellas podría llegar a vivir para siempre si se lo propusiera. Pero cuando llegas a cierto punto, la muerte se vuelve tan seductora: es una aventura que esta esperándonos allá afuera o en cualquier lado.
- ¿A ti te ha pasado?
- Por supuesto, la muerte para mi me espera en el fondo del cajón de mi buró. Una vez hice una lista, anote en ella cien motivos para no morir, y la guarde en ese cajón. Todavía debo tener quince o veinte motivos, no sé. Supongo que un muchachito como tu debería tener una lista mas larga aún, ¿Tu que crees?.

Es de madrugada cuando Alex sale del salón; se para junto a un farol y voltea al cielo; mira la Luna y sus ciudades iluminando el lado oscuro. Siente una tibia respiración en su cuello y se sobresalta. Es Jade, parada junto a él, su aliento se condensa en el aire frió.
- Pensé que te habías ido a casa
- Papá piensa que estoy allá; te dije que te buscaría. - Jade mira hacia el salón, luego hacía la calle, y por último observa la Luna.
- Y bien Alex, ¿ Que es lo que haremos ?

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