― ¿Qué se siente crear personas?
Pregunta el hombre rico. Denise hace una pausa en el ensamble del prototipo
antes de responder.
Piensa en lo que realmente le esta
preguntando: le pregunta que se siente engañar a la gente con sus creaciones;
pregunta si existe algún tipo de satisfacción que solo se obtiene al embaucar a
sus clientes, en verlos actuar tal como si su creación fuera verdadera; Quiere
que le cuente las veces que ha visto llorar a clientes al ver el rostro del ser
querido cuando les presenta el replicado que ha construido.
― Es un trabajo, como cualquier otro. Le
contesta con ese desdén que significa: “no es cierto y no te diré la verdad”.
Termina de armar el prototipo: un
androide femenino que utiliza para demostrar al cliente la perfección de su
trabajo. Sentada en un sillón de la oficina de su cliente, el androide sonríe y
cruza coquetamente la pierna.
Denise le señala cada una de las
características físicas y mecánicas del modelo estándar y las modificaciones
posibles a fin de personalizarlo.
El cliente se muestra satisfecho con los
precios que Denise le ofrece pero esta inquieto en cuanto a la calidad que
desea obtener. ― Debe ser la persona que deseo copiar,
ni más ni menos; quiero que cuando lo mire únicamente piense que estoy frente a
él. ¿Me entiende?
―Por supuesto, tenemos una larga
experiencia en la fabricación de duplicados: necesitamos documentarnos sobre la
persona que desea, pero antes que nada ¿De quien se trata?
― De mi padre. ― Responde el hombre
rico.
― ¿Se encuentra vivo actualmente?
― No, falleció hace algunos años.
― Entiendo. Necesitaremos todo el
material audiovisual que nos pueda proporcionar. Le debo aclarar que la
elaboración del perfil psicológico tiene un precio extra. También tendrá que
firmar una carta responsiva en la que se detalle el uso que piensa darle al
replicado.
― No quiero papeles sobre este asunto,
le pagare directamente a usted, sin facturas ni contratos. Tampoco quiero que
mi replicado tenga ninguna marca de fabricación.
Denise cruza los brazos y juguetea con
un mechón de su cabello mientras piensa. Tenía el presentimiento de que le
haría esa petición, pero debe ocultar la satisfacción de que sus instintos no
se equivocaron y asumir una pose profesional.
― Debe firmar la carta, o podrían
clausurarme el negocio; tampoco puedo entregar un androide que no tenga las
marcas de fabrica, usted sabe, por esos casos de fraude. ¿Que uso le daría a su
androide?
― Es completamente personal y
confidencial.
Los ojos de Denise brillan, nuevamente
puede prever hacia donde se dirige el asunto.
― Supongo que solo usted estará en
contacto con el replicado, ¿verdad? ― El hombre rico asiente. ― Entonces puedo
hacer lo siguiente: Fabricare su androide tal y como lo pide, sin papeles y sin
marcas; será un prototipo para uso de mi empresa. Lo traeré cada vez que usted
lo solicite para hacerle mejorías, los dejare juntos el tiempo que sea
necesario, pero únicamente lo podrá ver usted, después me llevare el androide a
la planta para hacerle las modificaciones necesarias. Cuando este listo usted
podrá comprarlo, con todos los requisitos legales, o lo destruiré para reutilizar sus
partes; por supuesto que este servicio
tendría un costo adicional, ¿me entiende?
― Perfectamente, ¿Cuándo empezamos?
Pasada la media noche, cuando ningún
cliente llama por teléfono y todos los asuntos del día están de alguna u otra
forma resueltos por el momento, Denise entra en su estudio para trabajar en el
proyecto del hombre rico.
Crea un nuevo archivo en su computadora:
Proyecto Padre 266; a continuación introduce el archivo de datos sobre el
sujeto. El programa de diseño empieza a crear un modelo tridimensional de
acuerdo a los parámetros introducidos.
Mas tarde Denise revisa los dos perfiles
que elaboró su amiga psicóloga en entrevista a su cliente.
Por un lado tiene un cuestionario:
veinte simples preguntas con opción: si, no, o no sé; su utilización es una forma de metodizar la elaboración del
programa que emula la personalidad del sujeto: lo que nunca les diría a sus
clientes es que para casi todos los casos utiliza un modelo preestablecido al
cual únicamente le hace algunas modificaciones de acuerdo a esas veinte
respuestas. Casi todo el mundo cree que la personalidad es algo único y sagrado; que es virtualmente imposible de
copiar; que requiere innumerables horas de rememoración para acercarse a esa
compleja y tortuosa estructura que es una persona. Denise parte de la premisa
contraria: todo el mundo esta cortado
con la misma tijera; las variaciones y diferencias son únicamente
pequeños accidentes, deformaciones a una gráfica matemáticamente elaborada.
El que sus clientes lo supieran les
resultaría decepcionante, es mejor que sigan creyendo en el pequeño toque de
magia que ella les puede dar.
El otro perfil tiene mayor importancia
para el trabajo de Denise, y a él le dedica mayor tiempo y atención: el estudio
sobre las expectativas y motivos de su cliente. Ese es otro de los pequeños
secretos que guarda el oficio de Denise: el saber exactamente que es lo que desean realmente sus clientes de
sus androides, y lo más importante es
que el cliente no llegue a enterarse de ello.
― ¿Podría usted reconocer un androide de
una persona real? ― Pregunta el hombre rico mientras firma un cheque para
Denise.
― Por supuesto, soy una experta en la
materia. ― Replica Denise sin titubear, sentada frente al escritorio; atrás de
ella junto a la puerta se encuentra parada una caja de embalaje que parece un
sarcófago parado de pie.
― ¿Incluso sus mejores trabajos? ―
Insiste el hombre rico extendiéndole el cheque a Denise. Ella lo revisa y lo
guarda en su bolso.
― En los míos sería un poco mas difícil;
pero en general puede decirse que cualquier pieza de fabricación industrial
tiene necesariamente marcas de fabricación, y no me refiero a las que por ley
debemos colocar en todos los androides, quiero decir que todo producto tiene
marcas de sus moldes, líneas de partición, puntos de inyección, desfogues de
material; incluso aquellos que se fabrican con cubiertas imitación piel deben tener un acceso al mecanismo
interior; algunos fabricantes aprovechan
el ombligo como cierre, en cambio mis androides no tienen ninguna marca exterior.
― ¿Entonces como mete el mecanismo a su
piel? ―Insiste. ―No se preocupe, no
revelare su secreto.
Denise descubre que en realidad no le
molesta confiar en él, después de todo
ya comparten un secreto, el androide que espera dentro de su caja.
― Es simple: fabrico la piel sintética
en una sola pieza, incluyendo la laringe; utilizo un polímero sumamente
flexible para la boca y el rostro. Todo el mecanismo entra a través de la boca
con la ayuda de unas pinzas neumáticas. De esa forma no encontrara ninguna
marca a menos que utilice un laringoscopio.
Denise da por terminada la conversación
al levantarse de su asiento con cierta brusquedad; abre la caja de embalaje y
deja a la vista el androide.
El hombre rico se acerca y observa
largamente la imagen de su padre.
― Tiene cuatro interruptores de
seguridad: el primero se encuentra en la punta de su nariz, basta una ligera presión durante dos segundos para
encenderlo o apagarlo; los otros se encuentran en su nuca: justo en la base del
cráneo, en la punta del dedo anular de la mano izquierda, y en el talón
derecho.
― Le puso su talón de Aquiles. ― Murmura
el hombre para si mismo, aún embebecido con el replicante.
― Regresare en media hora para
recogerlo.
― Déjelo toda la tarde.
― Le recuerdo que el androide no debe
salir de esta habitación; vendré a las seis por él.
Denise sale del despacho y deja al
hombre rico junto a la figura de su padre.
A la hora indicada regresa; se pregunta
si seguirá en una sola pieza su trabajo; sabe que las verdaderas intenciones de
su cliente son destruir al androide, pues tiene el deseo reprimido de asesinar
a su propio padre. Podría haberlo
diseñado de tal forma que provocara este fin al poco tiempo de activado, pero
le parecía un desperdicio de trabajo inaceptable el precipitar las
circunstancias, además esta segura que su cliente pagara gustoso por algunas
sesiones más; si no lo ha destruido aún.
Cuando entra al despacho el androide ya
se encuentra dentro de su caja, el hombre rico la mira entrar sentado sobre su
escritorio, sin saco ni corbata; su expresión es de fatiga: fuma un cigarrillo.
Denise abre la caja y comprueba que el androide se encuentra entero y
funcional. De reojo se percata que su cliente esconde el cigarro
involuntariamente.
― No sabía que le prohibiera fumar.
― No es eso, es que, bueno, yo le
prometí que dejaría de fumar.
― Entiendo; hay algún detalle que quiera
ajustar.
― El nunca decía “maldición”, usaba
“joder” con frecuencia y se tocaba muy seguido esa verruga en el cuello;
tampoco me llamaba hijo, siempre me llamaba gordo.
― Haré los cambios; ¿cuándo quiere
volver a verlo?
― El martes tengo tiempo, tráigalo
temprano por favor.
Días después Denise tuvo que viajar
fuera del país; dejo a sus empleados las instrucciones convenientes sobre el
androide del padre del hombre rico antes de abordar el avión que le
esperaba. En un país de Europa Oriental
se desato una crisis política: un grupo extremista se apodero de una escuela,
con decenas de alumnos y maestros en su interior; durante semanas permanecieron
atrincherados amenazando con asesinar a los rehenes.
La que en realidad ocurrió fue una
matanza de rehenes y secuestradores a las pocas horas del asalto al colegio
cuando el ejército entro a la fuerza.
El gobierno se tambalea ante la magnitud
de la tragedia; por eso se opto por ocultar todo bajo un extenso montaje; Denise trabajo durante meses en replicar a
los rehenes, fabricando androides que primeramente aparecieran ante la
televisión como cautivos, después como heridos en los hospitales y por ultimo,
lo mas difícil, de regreso a sus hogares y familias, el tiempo suficiente para
que el incidente se olvidara y poder desaparecerlos con una cuartada adecuada.
Increíblemente incluso para Denise ninguno de sus androides fue descubierto.
Casi un año después regreso a casa triunfante de su mayor reto profesional.
Cuando retomo las riendas de su negocio
se entero que el Proyecto Padre 266 seguía en marcha. Se extraño de que el
hombre rico siguiera requiriendo el androide de su padre: eso no era bueno para
la seguridad de la empresa. Se presento
a recoger el androide en la oficina de su cliente a la siguiente cita
programada.
El hombre rico había experimentado algún
tipo de regresión durante el tiempo que estuvo fuera: vestía pantalón de
mezclilla y camiseta; usaba el cabello largo, crecida la barba, fumaba en su
oficina mientras discutía con el androide que permanecía sentado:
― Sabes que, no me importa si no te
gusta como manejo el negocio, el jefe soy yo.
― Pues allá tu, gordo, si quieres tirar
tu vida a la basura, pero cuando se trata de...
Con un leve toque de Denise en la nuca
del androide, este quedo inmóvil. El hombre rico se sobresalto al verla.
― Ha pasado mucho tiempo, y veo que aún
no arregla todos sus asuntos con su padre.
― No, ya casi acabo. Necesito una sesión
más. Con media hora el viernes será suficiente.
Denise camina alrededor del androide, mirando
a su cliente. Le aprieta la punta de la nariz al androide: despierta y
permanece atento, con la vista fija en Denise, que se ha parado junto a su
cliente.
― Me temo que no habrá otra sesión; va a
acabar con esto ahora mismo.
De su bolso Denise saca una pistola y
dispara a quemarropa contra el androide. Los impactos hacen que caiga de la
silla y se retuerza en el suelo.
El hombre rico se levanta de un brinco
gritando, viendo caer a su padre; Le
quita la pistola a Denise; ella lo deja sin resistirse.
― Es un control remoto: activa la rutina
de agonía; con ese otro botón el androide se reactiva. ―Lo aprieta, el androide
se levanta y vuelve sentarse en el sillón, con la vista atenta.
― Inténtelo. ―Le dice Denise; el hombre
rico alza la pistola con mano temblorosa y dispara; una y otra vez.
Denise sale de la oficina y espera
pacientemente; escuchando al hombre disparar y al androide caer, una y otra
vez.
Al final, el hombre rico sale de la
oficina, con los ojos rojos y las mejillas empapadas de lágrimas. Le entrega la
pistola a Denise:
― Tenga, ya no quiero verlo más. ― Dice
mientras se va.
― Como usted guste. ― Responde Denise
con una encantadora sonrisa.
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Saludos.
Sergio Gaut vel Hartman
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