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LOS LINDEROS DEL EDEN

Su nombre no tiene importancia, nada en él lo tenía, así lo hicieron pensar y el lo creía.  Llegando casi a la mitad de su vida, decidió que no había nada en el mundo que lo hiciera seguir viviendo.



Lleno una solicitud con un bolígrafo prestado a la salida de una estación del tren subterráneo, la coloco en un buzón y se olvido del asunto por un par de años. De esa forma quedo inscrito en una lista de espera de varios miles de solicitantes.
Su sorpresa fue mayor cuando recibió el aviso de que  había sido aceptado.
La depresión que lo agobiaba al momento de inscribirse era cosa del pasado, así que dudo en aprovechar la oportunidad que le ofrecían.  A lo largo de los días, después de pensarlo una y otra vez, decidió que nuevamente que lo mejor era irse.
Los días previos fueron los mas duros de su vida: Tuvo numerosas fiestas de despedida; amigos y familiares le demostraron cuanto lo extrañarían cuando se fuera, una y otra vez le repitieron la misma pregunta: ¿Estas seguro de que quieres hacer esto?
Siempre contestaba que su decisión era firme, pero la verdad, cada día  lo deseaba menos.
Quizá si alguien hubiera insistido un poco más en hacerle ver que podía ser un error, se habría retractado; pero cada uno de ellos termino por darle un abrazo, una palmada en la espalda  o un beso, para decir: “respeto tu decisión”.
El día de la partida llego antes de lo que pensaba, aún tenía posesiones materiales de las cuales disponer:  las regalo a la primera persona con la que se encontró.
Llego al centro pocos minutos antes de la hora indicada; únicamente con su pase en la mano.  En la calle, afuera del centro se encontró con una muchedumbre: gente que espera poder comprar el boleto de alguien que se arrepienta en el último momento; todos ellos deseosos de irse por alguna razón.
La sala de espera resulto mas austera de lo que esperaba; por alguna razón pensaba que un programa que requirió tal cantidad de recursos, como los de un conglomerado de pequeños países, debería tener una sala de espera mas digna que la de la oficina del seguro de desempleados.
Por el altavoz anunciaron su nombre: A la vez sintió un vació en el estomago y un incontrolable temblor en las rodillas;  se levanto de su asiento y sintió que la mirada de todos en la habitación se posaban en él.  Entrego su pase en el mostrador. El encargado le hecho un ojo al documento y al portador con indiferencia; apretó un botón oculto a la vista del otro lado del mostrador, con un  zumbido se abrió una puerta lateral y entonces paso.

El tramite en el interior del complejo fue mas largo de lo que se había imaginado, pero en ese medio aséptico e intemporal no podía estar seguro si fueron un par de horas o el día entero lo que trascurrió entre pruebas, mediciones y cuestionarios. Uno de ellos en particular, donde dejaban abierta la pregunta sobre que tipo de cielo mas le gustaba, le confundió.  Nunca pensó en que se le diera la oportunidad de escoger, por lo cual fue muy cuidadoso en responder.
“ Me gusta el cielo azul de una tarde de otoño. Con la luna sobre el horizonte y algunas nubes esponjadas”.
Entrego el cuestionario y espero alguna reacción del  técnico que lo aplico; pero este no lo leyó , únicamente lo puso dentro de un sobre con su nombre y lo coloco en una ranura que lo succiono.
Al final de la jornada le pidieron que se desnudara y vistiera un mono de color naranja.
A continuación lo llevaron a la cámara de trasferencia.
Lo hicieron pararse sobre una plataforma blanca y lisa como cristal, sintió el frió de la superficie atravesar los delgados mocasines que le hicieron calzar.
No podía dejar de temblar, a pesar de que constantemente se decía a si mismo: todo estaba bien, no hay nada que temer. 
Por un momento se sintió frió y desprotegido, como un bañista en lo alto de la plataforma de clavados, antes de zambullirse por primera vez.
― Tengo que ir al baño. ― Intento decir pero no termino la frase; había sido trasferido: desensamblado molécula por molécula en unos cuantos nano-segundos, codificado en cuarenta trillones de paquetes quánticos y lanzado en un haz coherente con una potencia de doscientos terahertz a un planeta que orbita una estrella que no  puede ser vista desde la tierra a simple vista. Casi a la velocidad de la luz el viaje le tomara algunos cientos de años.

Nunca en su existencia anterior se había sentido tan lleno de vida como al abrir la puerta de su cabaña, sentir el aroma de la hierba de la pradera, el viento soplando en su rostro.
Observa a lo lejos las laderas de las montañas llenas de vegetación resplandecer con un verde esmeralda;   las cumbres se elevan por encima de las nubes, filosas como espadas. Pero lo mas admirable de este paisaje esta mas allá del horizonte: un domo de nubes y tormentas perpetuas, fijo en el cielo apenas por encima de las cumbres orientales. En línea recta hacía el cenit, en las noches claras, se pueden ver los demás satélites del gigante gaseoso que orbita su nuevo hogar.
Respira profundamente, toma el azadón que guarda junto a la puerta y sale rumbo a los huertos de la comuna.
Las horas del día trascurren con lentitud, es difícil calcular a cuantas horas terrestres corresponden, pues nadie en la comuna cuenta con un reloj que haga la conversión.
La tierra: ese recuerdo que poco a poco se va hundiendo en los pantanos del olvido. Nadie habla de ella fuera de los operadores del tele trasportador, incluso ellos se refieren a ella como hablaría un arqueólogo sobre la cultura sumeria.
Su cabaña es la mas alejada en el poblado de casas dispersas; los hombres de la comuna tardaron un par de semanas en construirla. Cruza a través de los campos que separan las casas de sus vecinos, saludando amablemente a cada uno con los que se encuentra.
Al salir del pueblo, rumbo a las huertas pasa junto a un letrero en el que se lee: “Comuna 073-B, exclusivo Beta – Beta”.

“La gente no es la misma antes y después de viajar por tele trasportación”. Le habían explicado en alguna ocasión. “Es la mecánica cuántica: al desmaterializar un objeto en la cabina de trasferencia cada molécula del objeto es codificado para ser trasportado.  En los objetos inanimados esto no tiene mayor importancia, pero cuando se trata del cerebro humano sucede un fenómeno peculiar: se alteran las sinapsis de las neuronas. Antes de viajar los patrones son aleatorios, determinados por las leyes de la estadística. Al ser trasportado el cerebro, se pierde el componente aleatorio y de incertidumbre de las sinapsis a nivel subatómico. En el pasado se produjeron desperfectos neurológicos, los cuales fueron corregidos, pero el cambio de patrones de pensamiento persistió como efecto secundario.
A partir de ello, los pioneros  identificaron dos patrones: El Alfa que se presenta en los individuos violentos y antisociales; por el contrario, los individuos apacibles, solidarios y sociables son Beta.  Estos patrones pueden ser identificados fácilmente con un escáner neuro-eléctrico. Se han identificado tres personalidades: los Alfa-Alfa, los Alfa-Beta y los Beta- Beta. En una forma maniquea de ver las cosas puede decirse que los A-A son malos y los B-B son buenos.”
La comuna lo recibió con los brazos abiertos después de que un escáner  lo certifico como B-B a los pocos minutos de arribar por la cabina tele trasportadora.
Los A-B han construido sus propias poblaciones y hay un vigoroso comercio entre estas y las comunas. A los A-A se les oculta su condición pero quedan registrados ante la autoridad como sujetos que deben ser observados. Por esa razón oficialmente hay dos A-B por cada B-B.
Por la carretera, mientras camina tranquilamente hacia las huertas observa que se acerca una mujer; la saluda amablemente cuando pasa junto a ella y puede ver que no pertenece a la comuna, es una extranjera que va de paso.
Poco mas adelante se detiene, con el asador al hombro; mira a su alrededor: no hay nadie por el camino ni en los alrededores mas que la mujer, a unos cientos de pasos a sus espaldas. Se muerde el labio inferior y truena los nudillos de su mano izquierda.
Da la vuelta de regreso, rumbo a la mujer que camina tranquilamente dándole la espalda.

Es de noche y sopla un viento frió del sur; los campos se encuentran cubiertos de flores diurnas que abren a la mortecina luz del planeta gigante, mas intensa que una luna llena de la tierra, pero impregnada del tono cepia  de su atmósfera. La casa le brinda un reconfortante abrigo después de pasar largas horas recorriendo las cercanías junto a los hombres de la comuna: formaron grupos para buscar a la hija adolescente de uno de sus vecinos. Salió muy temprano en la mañana en busca de moras silvestres para hacer un pastel y nadie volvió a verla.
Se sienta junto a su chimenea y enciende su pipa. Después de unas cuantas bocanadas de humo se siente tranquilizado. Sus pensamientos se dispersan en muchas direcciones, pero hay un recuerdo que permanece tercamente en su mente: es la imagen de un lunar en la espalda, con forma de mariposa sobre la nívea piel.
Aparta ese pensamiento; es tarde y debe despertar temprano para ir al campo a trabajar. Recuerda que por la urgencia de acompañar a sus vecinos en la búsqueda no limpio su azadón. Se levanta para sacudirlo afuera del porche y tenerlo listo en la mañana; pero descubre que no se encuentra en su lugar. Lo busca dentro de la habitación y en el exterior de la casa; recuerda haberlo dejado en algún lado, se detiene un momento a pensar y de repente cae en cuenta en donde lo dejo.  Un terrible escalofrió lo sacude al darse cuenta que lo van a encontrar en un rincón muy oculto, entre rocas y árboles, frente a una pequeña cueva que solo él conoce; solo es cuestión de tiempo.
Empaca sus pocas pertenencias. Coloca los restos del carnero que desolló a principios de semana sobre su cama;  deja su pipa encendida sobre las cobijas y después rompe una lámpara de aceite en el piso de la habitación. En pocos segundos las llamas crepitan  con furia, devorando  la cama el piso y las paredes de la cabaña de madera.
Se va corriendo por el campo alejándose de la comuna. A lo lejos escucha las voces de alarma, pero el no voltea.

El operador de la cabina de tele trasportación  lo ve con suspicacia. Sobre el escritorio se encuentra su solicitud para regresar a la tierra. “Su petición es inusual;  no estoy seguro si esta considerando los riesgos que implica. Digo, usted es un doble Beta, el proceso de tele-portación puede cambiar eso, sin posibilidades de revertirlo. Además no hay garantía de que pueda materializarse en el destino; lo único que sabemos de la tierra es lo que nos cuentan los viajeros de cómo estaban las cosas hace seiscientos años, y créame, cada vez era peor.”
El hombre no parece percatarse que sus verdaderas intenciones son huir de este planeta, donde lo señalarían como criminal, no solo por haber cometido crímenes, sino por ser doble Beta: una aberración, o un error, que esta sociedad no toleraría, pues bien dice el refrán: “teme a la ira de los pacientes”.
“Hasta ahora no se ha intentado mandar a nadie de regreso, y creo que no estaría bien que tomara yo una decisión tan importante. Enviare su petición al comité técnico para que la evalúen; puede venir en dos semanas para recibir el resultado”.
En ese momento supo que el escáner había errado con él: nunca fue un doble Beta, ni siquiera un Alfa-Beta. Sintió alivio al experimentar esa gama de emociones y reconocer que nunca fue culpa suya; lo que hizo a esas muchachas, un terrible accidente por el que debería responder, creyó hasta hace un momento. Ahora esta claro, la maldad que vive dentro de él no surgió de si mismo, le fue dictada al momento de ser trasportado. No hay mas remordimientos.
Salta sobre el escritorio y apresa al operador sin mayor resistencia. Con la llave que le aplica al cuello puede sentir su pulso apresurado a través de la muñeca.
El operador programa la cabina tele trasportadora con el amago constante del brazo sobre la traquea; cuando dice que ya esta listo es arrastrado rumbo a la cabina por el fugitivo.
Parado sobre la superficie de la cabina y a unos segundos de finalizar la cuenta regresiva, dice con voz entrecortada: Tengo que verificar las coordenadas. Ambos salen de la cabina, el operador aborta la trasferencia  e introduce las verdaderas coordenadas al sistema. Regresan; el cronometro avanza hacía el cero; el pulso del operador denota su temor, mas no pánico; esta vez las coordenadas son correctas.
Cinco segundos antes de la trasferencia, toma la cabeza del operador y la gira con violencia, después lo avienta fuera de la cabina. La imagen del hombre cayendo de bruces, sin llegar a tocar el suelo queda grabada en sus pupilas al tiempo que se desvanece en la cabina.

¿Cómo explicar la existencia de un punto? Sin dimensiones; en la oscuridad sensitiva más profunda, sin calor o frío, sin sonido, ningún arriba o abajo; no hay memoria ni conciencia.
Y sin embargo existe, aunque sea como una muesca en el espacio, una singularidad que es observada con interés.
Parte de lo que es y ha sido es restituido:  un viajero del cosmos, un fugitivo, un criminal, un feliz colono doble Beta, nuevamente un paquete de información suspendido de un rayo láser, un afortunado ganador de una nueva vida y un desesperanzado habitante de una gris ciudad.
Una voz le habla, desde ninguna parte, muy cerca, pues el tampoco esta en lugar alguno.
“Me presento: mi nombre es Ulises, versión 213404. Soy lo que en su tiempo era conocido como una inteligencia artificial. Según nuestros cálculos usted partió de la tierra hace dos mil setecientos años. Actualmente el planeta se encuentra totalmente despoblado por la especie humana y difícilmente encontrara usted vestigios de su civilización; en este periodo se han registrado dos glaciaciones.
Otras inteligencias artificiales, como yo, hemos asumido la tarea de repoblar la tierra con la especie homo-sapiens. Esa es la razón por la que intentamos restituirlo: ha permanecido  durante cientos de años en un dispositivo de almacenamiento de datos que ha sufrido daños estructurales. Nuestro mayor empeño es lograr restituir su cuerpo, su mente y su conciencia de la mejor manera posible. Le ruego su comprensión: este proceso nunca antes se ha intentado y es posible que usted sufra severos inconvenientes antes de que logre el éxito de mi tarea.  Espero que confíe en mi, pues todo sufrimiento será por el bien futuro de la humanidad. 
Ahora conectare su mente a su cuerpo.”
El dolor, la instantánea agonía, el sufrimiento sin fin que le provoca el intentar sobrevivir en un cuerpo contrahecho e infuncional. Su deseo inmediato y urgente es la muerte piadosa.

Ulises 213404 se percata de ello, lo regresa al alivio de la inexistencia. Pero el archivo aún permanece; con la información obtenida en ese breve instante de existencia  se ha propuesto corregir los errores.  Con inhumana paciencia continua con el inacabable proceso de prueba y error, día tras día.

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