En el fondo del ropero, detrás de los
sacos y camisas en desuso, esta el viejo archivero; una caja de madera forrada,
cubierta de polvo y con olor a naftalina.
La cerradura de la tapa casi hace
desistir a Adriana, pero al comprobar que los broches abren sin necesidad de
llave, se decide a sacar el archivero, sujetándolo de sus dos manijas; lo
coloca en el suelo junto a la cama.
Adriana se detiene un momento a
pensar la conveniencia de abrir la caja. La sensación de estar profanando la
privacidad de Humberto le detiene; sin embargo el mismo Humberto le pidió ayuda
para buscar su acta de nacimiento.
Después de revisar los cajones de todos los muebles de la casa y no
encontrarla en ningún lado, el único lugar donde no ha buscado es en el
archivero.
Adriana se decide a abrirlo, pero
únicamente buscara el acta.
Corre los broches: levanta la tapa y
se da cuenta que no será tan fácil como pensó. En el archivero han sido
depositados por años, sin ningún orden, las memorias de la familia de Humberto.
En cada carpeta hay fólderes, dentro de los fólderes hay sobres y dentro de los
sobres, papeles de todo tipo: boletas de calificaciones, recibos de la luz y
teléfono con veinte años de antigüedad, boletos usados de avión, garantías de
aparatos electrodomésticos, facturas innumerables y fotografías, muchas
fotografías.
Con dedos ágiles y mirada rápida y
precisa, Adriana va revisando carpeta por carpeta, buscando el acta de
nacimiento de Humberto. Pero su mirada queda atrapada con una fotografía: Un bebe de cabellos rubios, con el ceño
fruncido y abriendo la boca en un gesto de disgusto. Adriana reconoce al instante los rasgos de
Humberto; se sonríe al comprobar que fue un bonito bebe y piensa que sus hijos
probablemente lo serán también. Sostiene
la foto un largo rato; mira por atrás la fecha:
Agosto de 1976.
Deja la fotografía y prosigue
buscando. Pero se va encontrando con otras fotos que la distraen. En una de ellas aparece el bebe Humberto
cargado por un hombre joven.
“Con que este es el papá ” piensa Adriana; lo ve con atención y
concuerda con lo que alguna vez Humberto le contó: “se parece más a su madre”.
Conforme avanza, Adriana va
encontrando otras fotografías que atestiguan el crecimiento de Humberto a lo
largo de los años; con el uniforme de la
primaria, en las vacaciones en Acapulco, un atardecer con toda la familia:
Humberto, sus padres y su hermana, cinco años menor. En el campo de fútbol con sus regordetas
piernas; de esmoquin para una boda; un espigado Humberto mostrando su diploma de
la secundaria recibiendo un abraso de su padre.
Dentro de una bolsa de plástico
encuentra Adriana un viejo pasaporte de Humberto, su cartilla del servicio
militar y un acta de nacimiento. Piensa
Adriana que su tarea esta cumplida y es tiempo de guardar todos los papeles y
fotos que ha extendido sobre la cama.
Pero la curiosidad le hace seguir esculcando las carpetas y mirando.
La ultima fotografía de la carpeta le
enternece involuntariamente: Humberto y su padre, vestidos de
alpinistas, parados en la ladera de alguna montaña, con el cielo azul a sus espaldas. Humberto sobrepasa a su padre por una cabeza, ambos sonríen y se toman del hombro uno al otro.
La siguiente carpeta es algo que no
esperaba: Fotografías rotas, arrancadas
de algún álbum probablemente; muchas de
ellas son de la boda de los padres de Humberto, otras tantas son de sus padres
juntos; entre los pedazos Adriana puede darse cuenta que fueron partidas justo
entre la pareja, y la que mas le impresiona son los trozos de una foto de
estudio de la madre de Humberto en vestido de novia, deshecha en innumerables
pedacitos.
Entre todo ese desastre encuentra el
acta de divorcio de los padres de Humberto.
Adriana siente una mirada en la nuca
y voltea a la puerta: allí esta Humberto, viéndola con los brazos cruzados y
gesto complaciente.
― Lo siento, no quise... ― se
disculpa Adriana turbada.
― No te preocupes, de todas formas
tendrías que enterarte. ― Dice Humberto caminando por la habitación y
sentándose al lado de Adriana.
― Esto, ― dice Adriana mostrando los
trozos de fotografías― ¿Qué es lo que paso?
― Fue un arranque de ira de mi papá.
¿Sabes? En realidad él no es mi padre.
― ¿No? Entonces ¿Quién?
― Eso no tiene importancia, lo
importante es que mi papá nunca perdono a mi madre, después del divorcio se fue
lejos; mi hermana si es su hija y lo ha visitado con frecuencia; Yo pocas veces
lo he visto desde entonces.
― ¿No quiere verte?
― No es eso, ambos sabemos que no
tengo culpa de nada, pero es difícil reparar el daño que sufrimos.
Humberto empieza a guardar las fotos
y las carpetas; Adriana permanece pensativa: abre una de las carpetas y saca
una de las fotografías.
― Prométeme una cosa Humberto; vas a
visitar a tu padre y le vas a mostrar esta foto, por favor dime que vas a hacer
el esfuerzo de reconciliarte con él.
Humberto mira la fotografía de su
padre y él en la montaña; se sonríe y mira a Adriana.
― Esta bien, así lo haré, mi vida.
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